dijous, 20 de maig del 2010

LA XAVA


La obra de Vallmitjana refleja la otra cara de la prostitución y la delincuencia

LA MISERIA BARCELONESA AL DESCUBIERTO

Juli Vallmitjana quiso dar a conocer la vida en los barrios marginales de la Barcelona de principios de siglo

A través de La Xava, los elitistas pudieron adentrarse en los bajos fondos de la ciudad


MARIA PETRUS
Juli Vallmitjana (Barcelona, 1873-1937) era un joven de buena familia que se aficionó a visitar, junto a sus amigos, los bajos fondos de su ciudad. Él fue el único del grupo que traspasó la barrera del morbo y convivió con los gitanos para vivir la miseria en primera persona. Éstos lo terminaron considerando como un amigo más. Por ello decidió dejar de lado la pintura y centrarse en reflejar aquellos ambientes marginales que los más elitistas intentaban camuflar.

La Xava es otra de las obras del autor con la que, como Sota Montjuich o Rují, busca retratar esa parte olvidada de Barcelona. El libro gira en torno a la lucha de la hija de una prostituta –la Xava- por salir de ese ambiente perverso al que está condenada. Pararelamente, la entrelaza con otras historias reflejando la miseria de sus protagonistas. Vallmitjana pretende que se comprenda que los personajes no tienen más remedio obligados a recurrir a la prostitución o a la delincuencia para salir adelante. “La Xava dormia en una cambra fosca i el seu llit era un actre de tela metàl:lica ja tota rovellada. Aquell reduït espai estava farcit de caixes velles, fustes i munts de roba bruta que, per no rentar-la, se podria, desprenent-se bafarades que oprimien la respiració de la noia, que dormia és o menos sossegada”. En este sentido, Vallmitjana intenta que el lector se apiade de los personajes y, en consecuencia, de los tienen que afrontar en la vida real estas situaciones.

El autor combina, a su vez, dos formas de narrar: una como narrador omnisciente y la otra mediante los diálogos de los personajes. En la parte más narrativa, las descripciones toman un papel destacado para trasladar al lector a esa paupérrima sociedad: “eren tants els forats de la camisa, que no ocultava per re el seu blanc desnú”. Vallmitjana recurre a un tono cercano –“l’esverament d’aquella criatura és impotenta la meva ploma per a descriure-la”- y, a menudo, introduce reflexiones personales –“obtingut lo desitjat, prompte és olbidat”. Por otro lado, con los diálogos refleja el vulgar vocabulario con el que se relacionan los personajes. Dintrac, forata, peringat, saful, xapiscar, xuquel… Estas son algunas de las expresiones gitanas ininteligibles para el lector -a menos que recurra al vocabulario de pie de página-, pero que carentes de compejidad. De todos modos, sorprende ver que algunas de estas expresiones han llegado hasta nuestros días: pasma, pencar o atxantar-se, entre estas. También llama la atención que a la mayoría se les conoce por sus motes, obviando su nombre de pila: el Guenyo, el Coixet, el Pudent, el Xato, la Coixa… Como dice el autor, “tots amaguen llurs propis noms per desorientar a la policia”. Aunque tampoco hace falta aclarar de dónde derivan estos nombres. Asimismo, cabe destacar que, a medida que avanzan los capítulos, los diálogos pierden protagonismo dando relevancia a la acción.

Según cita Enric Cassases en el prólogo de la La Xava, esta obra “se ganó su justa fama entre el público, pero fue rechazada por los ambientes más intelectuales (por su contenido) y menospreciada por los académicos (por su forma)”. Aunque después de un siglo se nota cómo ha evolucionado el lenguaje barcelonés, Vallmitjana ha logrado reflejar esa miseria, no sólo a sus contemporáneos, sino también a las siguientes generaciones.

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